Y ese es el gran acierto de un guión más que correcto. Que entiendas a cada uno de los personajes. Que cada uno tenga su tiempo y su porque. Que comprendas que les mueve, te identifiques con ellos e incluso que te decantes por uno u otro dependiendo de sus razones. Todo ello sazonado por los necesarios guiños al futuro de sus personajes, un contexto histórico real idóneo a la película, las escenas espectaculares que todo cine palomitero necesita ( la batalla aérea entre dos superherores voladores me ha dejado loco, ahí no hay croma....eso ¿esta hecho con cables?) y escenas de tensión más que bien resueltas (el ataque al complejo de la CIA tiene de todo). Y por encima de todo, sus actores. Los secundarios hacen bien su labor ( por allí campa un reconocible Alex Gonzalez que salva dignamente, sin ningún dialogo, su papel) pero son los tres personajes masculinos los que carga con toda el film. Un soberbio Kevin Bacon, un sensacional James McAvoy creando un Charles Xavier muy cercano ( ligón y borrachuzo) y Michael Fassbender. Él solo se come la película. Cada vez que aparece en pantalla la película sube puntos. Cada secuencia suya esta llena de tensión, en cada plano devora la pantalla. Un Magneto llevado por la ira, al que entiendes y, al que como Xavier, luchamos por que no caiga en el lado oscuro, por que siga del mismo lado y después de un día duro de trabajo salgan a tomar unas cervezas.
Defectos, los tiene. Giros de personajes que no terminan de explicarse. Una serie de idas y venidas poco definidas, acciones que vienen porque sí, forzados para que la película salga airosa y efectos especiales que a veces, sobretodo en su fase final, cantan. Pero a esas alturas ya todo nos da igual. Estamos disfrutando. Matthew Vaughn ya nos la ha metido, nos esta gustando y queremos seguir así, disfrutando de las dos hora y cuarto de película.
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