domingo, 7 de agosto de 2011

CRITICA: "EL ORIGENDEL PLANETA DE LOS SIMIOS"


 Lo mejor que te puede ocurrir en una sala de cine es que te sorprendan. Para ello debes ir sin espectativas, sin esperar encontrarte nada fuera de lo común. Y muchas veces esto es difícil porque lees mucho sobre un film, ves 20 veces el mismo trailer o has esperado mucho tiempo su estreno. Por eso es muy grato salir de una película con la sensación de haber visto algo con agrado incluso un tanto exaltado porque no esperabas nada bueno de ello. Y eso ocurre con El Origen del Planeta de los Simios. Y aunque sus trailers llamaban la atención, nada bueno se podía esperar de una película de la que parecía que ya se había contado todo y de la que su original es un clásico del cine de ciencia ficción (y aún más su final). Así que tratar de contar como se originó todo parecía un trabajo de difícil solución abocado a una historia simple y efectista. Más aun cuando lo que principalmente vendían es que los efectos eran cosa de WETA (los mismos que se encargaron de Avatar)

Pero e aquí, que un desconocido Rupert Wyatt ha dado con la tecla y se dedica de los 110 minutos que dura la película, 80 a prepararte para el climax final. 80 minutos en los que, joder que tío, se detiene a describirte como son sus personajes para que cuando pasado 80 minutos de saltos y volteretas su protagonista decida dar un puñetazo en la mesa y mandar a tomar por culo a toda la humanidad, tu lo comprendas. Y lo mejor de todo es que el protagonista es un mono hecho por ordenador. Fuck the humanity. 80 minutos donde lo importante son sus personajes. Los de la Fox (las mismas mentes que hicieron Dragon Ball y Lobezno) se la tuvieron que meter doblada y le cambiaron el guión por un ejemplar de Playboy para que aprobaran algo así. Rupert Wyatt les echo "droja en el colacao" para que le dieran el visto bueno. 80 minutos sin explosiones. Pese al éxito de la cinta en la Fox aun se pregunta como ha podido suceder algo así.


Y es que a veces lo sencillo es complicado. Mientras que otros hubieran puesto a monos tirando piedras y aprendiendo a disparar adueñándose del mundo, con algún que otro monete gracioso para vender peluches en tu Happy Meal, el director se encarga de contarte una historia de confianza. De lealtades. Es una película palomitera y alguna concesión tenia que hacer y más siendo su primer film. Por eso hay exceso de saltos y movimientos poco claros. Algunos simios dopados que parece que les ha picado una raña radiactiva. Pero el ritmo no decae. Cada escena esta ahí por que no quiere desviarse de su idea , su mensaje. Y sobretodo me parece muy inteligente la idea que planea, manida tal vez, pero dejandolo abierto, con unos geniales creditos finales, sin machacartelo uno y otra vez, en la que el hombre es el principal enemigo del hombre cuando juega a ser Dios.


También cabe destacar de que ya era hora que en cine se tratara un tema como el Alzheimer con seriedad. Cansados estábamos Dani y yo de ir a festivales y ver como el corto multipremiado de turno trataba la enfermedad del Alzheimer como aquella que hace a las personas mayores convertirse en mentes infantiles. A ver si alguno aprende de paso de que va esa enfermedad. Gracias a un John Lihtgow que mejora en cada interpretación (sublime en la 4ª Temporada de Dexter). James Franco, Freida Pinto y Brian Cox secunda con solvencia a la estrella de la pelicula, Cesar. Es decir, Andy Serkis. El cual se come la pelicula. No sé hasta que punto es un acierto que la película se haya hecho con la tecnica de la captura del moviemiento, pero lo cierto es que el rostro de Cesar transmite todo aquello por lo que pasa en su cautiverio hasta el punto de olvidarnos que esta hecho por ordenador. No se puede decir lo mismo de sus moviemientos en saltos y peleas donde la técnica aun no ha sido dominada del todo y los efectos cantan. Tambien es cierto que si hubieran usado monos rales y monos informáticos, estos últimos hubieran salido perdiendo y hubieran cantado aun más.

Película totalmente recomendable para un verano escaso de títulos tentadores.

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